
Asomados al lado luminoso de nuestro mundo, se impone reconocer que éste es fascinante y que ha logrado el espacio más humano y humanizador de toda la historia.
Pero si tenemos en cuenta el reverso vulnerable de la contemporaneidad, de su cara más quebradiza y desprotegida, del lado escuro de lo que está pasando, estamos expuestos a pensar que, habiendo construido un mundo maravilloso, salimos del siglo XX sin apenas ropaje con que revestir nuestra llamativa desnudez religiosa y ética. El "mundo feliz" que nos atrevimos a soñar ha devenido un "mundo sin hogar".