

ATILANO ALAIZ
María fue predestinada a ser la Madre de Jesús, el Mesías Redentor. Una corazonada de Dios pensando también en nosotros: realmente hijos de Dios e hijos de María.
Siendo distinta y ejemplar, María no fue un ser diferente, como de otra naturaleza. Fue una humilde aldeana, esposa y madre de sencillos carpinteros en un pueblo insignificante de Palestina. En todo fue semejante a nosotros, salvo en el pecado; y, eso sí, con una gran pasión vital: irradiar la ternura material de Dios.
Pero no todos tienen esta concepción de María. Quizá sea debido a que les han presentado otra imagen y no la que ofrecen los textos evangélicos. Sin embargo, la María auténtica es la que revela el Evangelio: mujer abierta al Espíritu, llena de gracia, creyente, orante, fuerte, fiel, discreta, corredentora, un orgullo para Jesús y un ejemplo para la Iglesia desde la primera comunidad cristiana.
En verdad, María es modelo de valores humanos y evangélicos. Hoy, que tanto se habla de la educación en valores, tenemos en ella un espejo en el que mirarnos y una personalidad virtuosa a la que parecernos. Todos admiramos a las personas valiosas, bellas de espíritu, ricas en sensibilidad. En todo esto María es la creyente más aventajada. Solo por eso merece la pena conocerla.
ATILANO ALAIZ
María fue predestinada a ser la Madre de Jesús, el Mesías Redentor. Una corazonada de Dios pensando también en nosotros: realmente hijos de Dios e hijos de María.