

Podemos considerar a la Biblia como una maravilla del mundo. Es una pequeña biblioteca que encarna la progresiva revelación de Dios a las generaciones humanas, revelación que culmina en Jesús.
La emoción de pisar Palestina no puede compararse con el estremecimiento de sumergirse en la Palabra, un alimento altamente nutritivo que ha sustentado a tantos cristianos a lo largo de la historia, a la par que ayuda a evitar adulteraciones en la vida.
Los católicos precisamos de un mayor conocimiento y disfrute de la Biblia. Nos proporciona una vida saludable: alimenta, ciertamente, pero también interpela, desinstala, escuece y urge siempre...
En la Iglesia actual se nos propone acceder a la Biblia como fuente de espiritualidad; para ello es preciso abrir el corazón y dar cabida al texto bíblico que encaja de lleno en nuestra vida.
El autor resalta que para acercarse a este tesoro accesible a todos, la "lectura orante" de la Palabra -descrita en cada paso- es el modo más adecuado de encarnarse personalmente en la Palabra de Dios para después ofrecer y compartirla con los demás.
Podemos considerar a la Biblia como una maravilla del mundo. Es una pequeña biblioteca que encarna la progresiva revelación de Dios a las generaciones humanas, revelación que culmina en Jesús.