

La experiencia espiritual de la joven granadina Conchita Barrecheguren se refleja en este Vía Crucis. Es su plegaria más personal, la experiencia orante que hizo muchos días y que se centra en Jesús en la cruz.
Las catorce estaciones del Calvario se abren con una reflexión llena de espiritualidad y profundidad, una oración sentida y gratificante, y dos propuestas de acción y esperanza. Este programa fue suficiente para que esta joven se identificase con Cristo.
Conchita se acogió a la compañía y a la cercanía de la Virgen María y a la Eucaristía diaria, como los auxilios más poderosos y amorosos para poder superar la propia debilidad del alma, también del cuerpo, y sobrellevar, con alegría y prontitud de espíritu, el peso de la cruz.
Ahora nosotros podemos recorrer esa misma senda, haciendo el Vía Crucis de su mano y con sus palabras, en una experiencia muy enriquecedora, e incluso innovadora, en la visión y meditación sobre el Crucificado.
La experiencia espiritual de la joven granadina Conchita Barrecheguren se refleja en este Vía Crucis. Es su plegaria más personal, la experiencia orante que hizo muchos días y que se centra en Jesús en la cruz.